miércoles 30 abril, 2025

Hora Cero: la revista que cambió el curso de la historieta argentina

El 4 de septiembre de 1957 se publicó el primer número de Hora Cero Semanal, un hito en la historia de las revistas de historietas en Argentina. Editorial Frontera, propiedad de Héctor Germán Oesterheld, fue el hogar de esta publicación que revolucionaría el mundo de la narrativa gráfica argentina. Hora Cero no solo marcó el inicio de una era dorada para las historietas nacionales, sino que fue el espacio donde vio la luz una de las obras más icónicas de la cultura popular argentina: El Eternauta.

Oesterheld, guionista de casi todas las historias publicadas en la editorial, fundó Editorial Frontera junto a su hermano en 1956. Si bien era un emprendimiento pequeño y familiar, supo convertirse en un espacio de creatividad y experimentación narrativa. Bajo su pluma, las historias tomaron una dimensión nueva, más profunda, más cercana a la realidad de sus lectores. Pero lo que realmente consolidó la relevancia de Hora Cero fue el plantel de dibujantes que participaron en ella. Artistas de la talla de Hugo Pratt, Francisco Solano López, Alberto Breccia y Arturo Pérez del Castillo, entre otros, aportaron su estilo a las páginas de la revista, dotando a las historias de un nivel gráfico que rara vez se había visto en la historieta argentina.

Desde su concepción, Hora Cero se diferenció del resto de las publicaciones del momento al enfocarse en un público más adulto. Sus páginas incluían historias que abarcaban géneros como la ciencia ficción, el policial, la aventura y la historia, y muchas de ellas estaban teñidas por una atmósfera sombría y crítica. Las historias de guerra, como Ernie Pike (con guiones de Oesterheld y dibujos de Pratt), y las sagas de ciencia ficción como Sherlock Time (dibujada por Breccia), mostraban una narrativa precisa, con diálogos cercanos al lenguaje cotidiano y tramas que se alejaban de los simples estereotipos heroicos de la época.

Pero el punto de inflexión llegó con la publicación de El Eternauta, en la que Oesterheld y Solano López rompieron con las convenciones del género de aventuras. El héroe de esta historia, Juan Salvo, no era un individuo con superpoderes o habilidades especiales; era un hombre común, un vecino de Buenos Aires atrapado en una invasión alienígena que enfrentaba con su comunidad. Este enfoque en el “héroe colectivo”, sin precedentes en el género, transformó la percepción del lector sobre el papel de los protagonistas en la ficción. No era solo un héroe, sino muchos. Y todos ellos representaban la resistencia ante lo desconocido y la lucha por la supervivencia.

La revista Hora Cero, en sus distintas versiones (mensual, semanal y Hora Cero Extra), fue testigo y motor de esta revolución cultural. La combinación de guiones complejos y arte visual detallado convirtió a cada número en una pieza única. Las tapas, muchas veces con ilustraciones y montajes que no se repetían en las páginas interiores, crearon un estilo visual distintivo que sigue siendo recordado por los aficionados al cómic.

El legado de Hora Cero y de Oesterheld es innegable. No solo estableció nuevos estándares narrativos y gráficos en la historieta argentina, sino que también dejó un testimonio cultural de una época marcada por la represión, la censura y, más tarde, la tragedia personal de su creador. Oesterheld, junto con sus cuatro hijas y tres yernos, fueron desaparecidos durante la dictadura militar, pero su obra y su voz siguen resonando a través de cada página de El Eternauta y las demás historias que poblaron las revistas de Editorial Frontera.

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