Jorge Luis Borges encontró en Turdera una fuente inagotable de inspiración para sus relatos sobre compadres, caudillos y duelos en las noches suburbanas. La más pequeña de las localidades de Lomas de Zamora fue escenario de episodios que se inmortalizaron en cuentos, poemas y milongas del célebre autor.
Uno de los lugares clave que atrajo la atención de Borges fue la intersección de las calles Frías y Preti, en “Milonga de dos hermanos”, un punto icónico que se destaca no solo por su valor geográfico sino también literario. Esa esquina se encontraba el rancho de los hermanos Iberra, personajes que adquirieron notoriedad en su época y que quedaron inmortalizados en la obra del escritor. Según Borges, Turdera, y no solo Adrogué o Palermo, era tierra de historias de cuchillos y hombres de coraje, donde la leyenda de los Iberra adquirió tintes casi mitológicos.
Borges se sintió atraído por esa atmósfera de duelos y cuadreras que dominaba la zona, donde “las dagas peleaban” más que los propios hombres, como escribió en uno de sus cuentos. Esa percepción se refleja también en su poema El Tango, donde describe a los hombres del sur como figuras de “cuchillo y coraje”. El entorno sombrío que caracterizaba al barrio, con su puente de ladrillos y las vías del ferrocarril Roca atravesando la avenida General Frías, se convirtió en el marco perfecto para sus relatos sobre peleas malevas y noches cargadas de misterio.
La huella del escritor en Turdera no se limita a la ficción. En 1969, Borges visitó la localidad y dejó un recuerdo imborrable entre los vecinos al firmar ejemplares de sus libros en una librería local y presidir un concurso literario. En una entrevista para el periódico El Tiempo, Borges remarcó su afinidad por recorrer los suburbios caminando: “Yo he tenido siempre el vicio de ser un caminador, de modo que he venido caminando hasta Turdera, he ido caminando a Burzaco, Temperley o Mármol”.
El vínculo entre Borges y esta porción del sur bonaerense sigue vivo en cada rincón que aparece en sus textos. Así, Turdera se consolida como un escenario literario que aún hoy resuena con las historias de compadres y caudillos, evocando la mirada del escritor que hizo de sus calles y personajes parte del universo borgeano.