Vrutos, dirigida por Miguel Bou, es una obra que revive la esencia del cine criminal de los años 40 y 50, influenciada por el film noir de bajo presupuesto, también conocido como B-noir. A través de una historia de redención fallida y destino trágico, Bou se adentra en la realidad del barrio porteño de Lugano, un lugar donde la violencia, las malas decisiones y la falta de oportunidades se entrelazan en la vida de sus protagonistas.
La película sigue a Marcelo, interpretado por Dante Mastropiero, un ex-ladrón que intenta redimirse a través de los estudios y su paternidad. Sin embargo, su hijo, Brian (Gregorio Barrios), está atrapado en la adrenalina de la juventud y las malas influencias. El conflicto estalla cuando una pelea en la plaza entre jóvenes y rugbiers da pie a un giro de acontecimientos inevitables.
Filme en blanco y negro, Vrutos utiliza su estética para crear una atmósfera mística, con un manejo riguroso de los espacios y una composición visual que resalta la monstruosidad de los edificios y el concreto que rodea a los personajes. La película se sumerge en un ambiente urbano que parece ajeno al tiempo, donde el destino de los personajes parece ya escrito.
Bou logra capturar la dinámica de un barrio que vive en un ciclo repetitivo de violencia y desesperanza, mientras se enfrenta a un dilema moral constante. Aunque la narrativa de la película, en algunos momentos, se desvia hacia el melodrama y las actuaciones histriónicas, cuando se enfoca en el dilema interno de los personajes y su lucha por escapar del destino que les espera, Vrutos fluye con una fuerza innegable.
La película, al igual que los policiales de la vieja escuela de Hollywood, honra su linaje al mismo tiempo que establece una narrativa única que conecta con su propio mundo, y nunca pierde de vista la singularidad de su visión. Es un homenaje a un cine de otro tiempo, pero con la mirada fresca y crítica de un director que entiende el barrio, sus códigos y su tragedia.
