lunes 12 mayo, 2025

¿Qué es la Orden de San Agustín?: la rama religiosa de León XIV


La congregación mendicante que nació en la Italia medieval nutrió la vocación popular del nuevo papa, defensor de los últimos y crítico de los viejos centros de poder.

En pleno siglo XIII, cuatro eremitas de la Tuscia —Esteban de Cataste, Hugo de Corbaria, Guido de Rosia y Pedro de Lupocavo— golpearon las puertas del Vaticano y pidieron reglas comunes. Inocencio IV respondió con las bulas Incumbit nobis y Praesentium vobis: convocó un Capítulo General, impuso la Regla de san Agustín y alumbró una orden que sintetiza vida comunitaria, pobreza evangélica y misión itinerante. Dos décadas más tarde, la bula Licet Ecclesiae Catholicae selló la “Gran Unión” al incorporar otras ramas de ermitaños y consolidó la identidad agustiniana bajo el lema latino Anima una et cor unum in Deum.

Los agustinos crecieron con fibra popular. Su Primera Orden —frailes y sacerdotes— se mezcló con la plebe que buscaba auxilio espiritual; la Segunda —monjas de clausura— abrazó la contemplación solidaria; y la Tercera —laicos consagrados— llevó el carisma a los oficios seculares. El hábito negro, ajustado con un simple cinturón de cuero, recordó siempre que la Iglesia también camina descalza entre los pobres.

A fuerza de estudio y terquedad comunitaria, la Orden acumuló privilegios que incomodaron a las élites eclesiásticas: Alejandro IV e Inocencio VIII la eximieron de la jurisdicción episcopal; desde 1352 un agustino custodia la sacristía pontificia; y en 1929 tomó la parroquia de Santa Ana, corazón del Vaticano de puertas abiertas. En Roma, la Biblioteca Angelica —fundada por el fraile tipógrafo Angelo Rocca— preserva la memoria de una comunidad que sabe que la cultura es también un acto de justicia social.

Robert Francis Prevost, el flamante León XIV, gobernó la congregación entre 2001 y 2013. Modernizó la administración global, priorizó los barrios marginales de Chicago y se enamoró de la periferia latinoamericana cuando sirvió en Chiclayo. Con seis idiomas en la sotana y el oído atento a las voces que no llegan a los colegios cardenalicios, asumió el timón de San Pedro para impulsar una Iglesia que “escuche a los últimos”.

Su elección confirma que la historia nunca vuelve atrás: un papa surgido de una orden mendicante recuerda a los poderosos que el Evangelio habla en las calles y no en los banquetes del privilegio. Desde ahora, la curia romana deberá oír la música agustiniana: una sola alma, un solo corazón y un firme compromiso con quienes, en los márgenes, empujan el mundo hacia la justicia.

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