Tras dos días de cónclave, una columna de humo blanco emergió del techo de la Capilla Sixtina y confirmó que los 133 cardenales eligieron nuevo pontífice. El protodiácono Dominique Mamberti saldrá al balcón de San Pedro para proclamar el tradicional “Habemus papam”, mientras la Plaza y buena parte de América Latina siguen la señal con esperanza.
El humo blanco se alzó poco después del mediodía romano y devolvió la mística a una Plaza San Pedro que, entre cánticos y banderas, recupera el pulso tras la última fumata negra de la mañana. Peregrinos, turistas y fieles vuelven a llenar la explanada, atentos a la logia central de la basílica donde retumbará la fórmula latina que anunciará al 267.º pontífice.
Dentro de la Sixtina, los cardenales alcanzaron el consenso en la cuarta ronda de votación. Son 1.400 millones de católicos los que aguardan conocer al sucesor de Francisco, el papa argentino que puso en el centro de la escena global la lucha contra la desigualdad y el clamor de los pueblos del Sur.
En la Casa Rosada y en las comunidades populares de nuestro país existe expectativa: el legado de Francisco, tan cercano a la “opción por los pobres”, marcó una huella profunda en la agenda social continental. La elección de su heredero definirá si el Vaticano mantiene esa mirada hacia los marginados que tantas veces coincidió con las banderas de justicia social que levantan los movimientos nacionales y populares.
La votación de mayo es inusual: apenas dos papas habían sido entronizados en este mes —Clemente VI en 1342 y Pablo V en 1605—, lo que subraya la dimensión histórica de la jornada.
El encargado de pronunciar “Annuntio vobis gaudium magnum” será el cardenal francés Dominique Mamberti, protodiácono y hombre de confianza del difunto Francisco. Con su voz se sellará la transición y comenzará un nuevo capítulo para la Iglesia y para quienes, desde este rincón del Cono Sur, entienden la fe como motor de dignidad colectiva.
