El 10 de diciembre es una fecha de enorme trascendencia en la Argentina y a nivel internacional. En nuestro país, se conmemora el retorno a la democracia tras años de dictadura cívico-militar. A nivel global, la fecha recuerda la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, un documento histórico que sentó las bases para proteger derechos fundamentales en todo el mundo.
La Declaración Universal, aprobada en París por la Asamblea General de las Naciones Unidas, marcó un antes y un después en la historia. Fue la primera vez que los países acordaron reconocer derechos y libertades universales para garantizar que todas las personas vivan con igualdad, dignidad y libertad. Este acuerdo fue impulsado por los horrores vividos durante la Segunda Guerra Mundial, consolidándose como un pilar fundamental en la protección de los derechos humanos.
En Argentina, el 10 de diciembre tiene un significado especial desde 1983. Ese día, tras siete años de una dictadura cívico-militar, Raúl Alfonsín asumió como presidente. Con su llegada al poder, se restituyeron las instituciones democráticas y el Estado de Derecho, dando inicio a una nueva etapa en la historia del país.
La recuperación de la democracia no fue un hecho aislado, sino el resultado de la lucha sostenida de diversos actores. Organismos de derechos humanos, movimientos sociales, partidos políticos y sectores sindicales jugaron un rol clave para denunciar los abusos de la dictadura y reclamar un retorno al orden constitucional. Este esfuerzo colectivo permitió que la sociedad comenzara a reconstruirse en un marco de respeto por las libertades y los derechos.
En 2007, para destacar la importancia de este proceso histórico, el Congreso de la Nación sancionó la Ley N.º 26.323, que declaró el 10 de diciembre como el Día de la Restauración de la Democracia. Este reconocimiento busca mantener viva la memoria sobre el valor de la democracia y la necesidad de fortalecerla continuamente.
El 10 de diciembre de 1983, una multitud acompañó a Alfonsín en su recorrido desde el Congreso hasta la Casa Rosada, donde asumió el mando de manos del dictador Reynaldo Bignone. Este acto simbolizó el cierre de una de las etapas más oscuras de la historia argentina y la apertura de un período marcado por la justicia y el respeto a las libertades.
En el cierre de la jornada de asunción, Alfonsín se dirigió al Cabildo. Desde el balcón principal tuvo unas palabras para una Plaza de Mayo desbordaba de gente: habló en primera persona del plural. Se refirió a “todos”. Y en su primera frase advirtió que vendría una etapa dura, difícil pero que el deber de todos era trabajar por asegurar la libertad y las condiciones de vida dignas en el país. La vida, la justicia y la dignidad fue el eje de su sentido discurso de ocho minutos. Que concluyo con el recitado del preámbulo de la Constitución Nacional, que Alfonsín aludía recurrentemente en la campaña electoral que lo llevó al triunfo.
Hoy, el 10 de diciembre invita a reflexionar sobre la importancia de la democracia como garantía de los derechos humanos. Es un día para recordar los esfuerzos colectivos que permitieron su restauración y reafirmar el compromiso de cuidarla y fortalecerla como un legado invaluable para las próximas generaciones.