El descarrilamiento de una formación del tren Sarmiento ocurrido el martes en Liniers volvió a encender las alarmas sobre el estado del sistema ferroviario. Tras el incidente, trabajadores del sector denunciaron un deterioro profundo en la infraestructura, falta de mantenimiento adecuado, escasez de personal y salarios que consideran insuficientes para la realidad económica actual.
Las pericias realizadas al maquinista descartaron cualquier tipo de responsabilidad humana: los análisis toxicológicos dieron negativo y se confirmó que el hecho respondió a fallas técnicas. Según los ferroviarios, esta situación evidencia que los usuarios viajan a diario expuestos a riesgos que podrían evitarse con políticas de inversión sostenida.
El episodio se suma a reclamos previos de La Fraternidad, el gremio que meses atrás dispuso jornadas con circulación reducida a 30 kilómetros por hora. En aquel momento, el sindicato aclaró que no se trataba de una medida de fuerza, sino de una acción preventiva ante el deterioro de las vías. Unión Ferroviaria también había advertido sobre la falta de insumos, repuestos homologados y herramientas indispensables para garantizar un servicio seguro.
Ambas organizaciones coinciden en que las falencias estructurales llevan décadas sin resolverse, pero señalan que la situación se agravó frente a un contexto de recortes presupuestarios y ajustes que impactan de lleno en el funcionamiento de los ferrocarriles.
Los gremios enfatizan que la señalización y otros sistemas críticos están siendo reparados con tecnologías incompatibles, lo que impide cumplir con los estándares técnicos y operativos adecuados. Para los trabajadores, el descarrilamiento en Liniers es una muestra más de un problema que, de no abordarse con urgencia, podría derivar en episodios de mayor gravedad.
Las organizaciones volvieron a pedir inversiones, planificación y respuestas de fondo para garantizar la seguridad de los trenes y de los cientos de miles de pasajeros que dependen del servicio cada día.


