Hoy se cumplen 19 años del trágico fallecimiento de José Luis “Garrafa” Sánchez, un futbolista que, a pesar de no haber alcanzado la fama en los grandes equipos, supo ganarse el cariño de todos por su pasión y su estilo único. El 8 de enero de 2006, el fútbol argentino perdió a uno de sus hijos más queridos, quien falleció como consecuencia de un accidente de moto ocurrido dos días antes, mientras realizaba la pretemporada con su querido Deportivo Laferrere.
La gente de Banfield no lo olvida. Garrafa, conocido por su talento y su personalidad arrolladora, comenzó su carrera como lateral izquierdo, pero rápidamente demostró su versatilidad al destacarse como delantero. Su juego impredecible y su desparpajo en la cancha le dieron la fama de ser “un loco lindo”, como lo definieron muchos de sus compañeros. Sin embargo, esa misma locura fue la que, lamentablemente, terminó con su vida. “El futbolista José Luis Sánchez, de Deportivo Laferrere, falleció hoy en la clínica Mariano Moreno, en el oeste del Gran Buenos Aires. Estaba afectado por un cuadro de muerte cerebral irreversible”, informaba el parte médico oficial el día de su deceso.
El accidente que le costó la vida ocurrió el 6 de enero de 2006, cuando Garrafa decidió salir a disfrutar de una tarde en su moto, algo que siempre fue una de sus pasiones. Mientras realizaba un “wheelie”, un truco de motociclismo que consiste en levantar la rueda delantera y mantenerse equilibrado solo con la trasera, perdió el control y sufrió un grave accidente que lo dejó en coma. Su familia y sus seres queridos nunca imaginaron que ese sería el final de su historia.
Curiosamente, fue su amor por las motos lo que le impidió tener una carrera aún más destacada. En 1996, cuando estaba a punto de unirse a Boca Juniors bajo la dirección de Carlos Bilardo, su futuro en el club se truncó por un hecho inesperado. “Resulta que yo iba en moto a las prácticas. En ese momento, Boca se entrenaba en Ezeiza, y yo desde Laferrere no tenía otra forma de llegar que no fuese en mi moto (una CBR 600)”, contó Garrafa tiempo después. Aunque trataba de ser discreto, su amor por las motos terminó costándole la oportunidad de jugar en uno de los equipos más grandes de Argentina. Años después, su nombre seguiría siendo recordado por su talento y su gran personalidad, pero también por la tragedia que marcó el final de su vida.
La vida de Garrafa estuvo marcada por su sencillez, su humor y su fuerte personalidad. En el vestuario, era el alma de la fiesta, poniendo a todos a reír, pero también ganándose la reputación de “El Loco”. Era un futbolista que no entendía de convencionalismos; escuchaba cumbia y la bailaba en la cancha, desbordaba por la raya y se animaba siempre a lo más hermoso del fútbol: la gambeta. Ese estilo único lo convirtió en ídolo de Laferrere, donde jugaba más retrasado, pero no perdía la magia. Su talento fue reconocido más allá del ascenso, y así fue como el club El Porvenir se fijó en él, logrando un ascenso a la B Nacional. “Traigan a éste y salimos campeones”, le dijo el entrenador Ricardo Calabria a los dirigentes del club.
En 1999, su magia fue reconocida a nivel internacional cuando fue fichado por el club uruguayo Bella Vista, y estuvo cerca de jugar la Copa Libertadores. Sin embargo, la enfermedad de su padre lo hizo regresar a su barrio. “Garrafa” nunca estuvo dispuesto a estar lejos de su familia, y tras un año trabajando junto a sus hermanos, su carrera dio un nuevo giro cuando Banfield lo fichó con el objetivo de ascender a la Primera División.
En Banfield, la hinchada lo adoptó rápidamente como ídolo, y el pelado atorrante dejó su sello con goles y gambetas. Jugó en El Taladro desde el 2000 al 2005, donde salió campeón de la B Nacional en 2001. Su figura se hizo aún más grande cuando, en la final ante Quilmes, Gambetó durante 20 segundos en un gesto que reflejaba todo su desprecio por la presión y su amor por el juego libre y alegre. Garrafa se fue como vino, dejando una huella imborrable, tanto en el fútbol argentino como en el corazón de los hinchas que lo recordarán siempre con cariño y respeto.