lunes 12 mayo, 2025

El Eternauta en la escuela: cuando la memoria resistió la censura política

Javier Califano para Diario Lomas

En agosto de 2007, con motivo del 50° aniversario de la primera publicación de El Eternauta, se puso en marcha una distribución masiva y gratuita de esta historieta en escuelas medias de todo el país. Junto a la obra, también se entregaron 18 mil ejemplares del libro 50/30: 50 años con El Eternauta, 30 años sin Oesterheld, como parte de un plan nacional para acercar a los jóvenes a materiales de lectura ligados a la memoria histórica.

Enlace de descarga al material educativo 50/30: 50 años con El Eternauta, 30 años sin Oesterheld,

La iniciativa fue impulsada por el entonces ministro de Educación, Daniel Filmus, y formó parte de un programa más amplio de distribución gratuita de libros. “Son textos imprescindibles que deben leer los jóvenes”, señalaron desde el Ministerio, y agregaron que el objetivo era “recuperar textos prohibidos por la dictadura, conocerlos, redescubrirlos y ofrecerlos para su lectura”.

El programa incluyó más de 100 títulos de autores nacionales e internacionales, entre los que se encontraban Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar, de Rodolfo Walsh, y cuentos de Haroldo Conti, desaparecido durante la última dictadura cívico-militar. El Eternauta, de Héctor Germán Oesterheld, también víctima del terrorismo de Estado, fue uno de los materiales más destacados y debatidos.

La propuesta educativa abarcó además canciones de contenido social como Botas locas y Juan Represión, de Sui Generis, Como la cigarra, de María Elena Walsh, y Canción para mi América, de Daniel Viglietti. También se incluyeron poemas de Paco Urondo y Carlos Aiub, que formaron parte del enfoque transversal entre literatura, historia y derechos humanos.

En 2012, el panorama cambió en la Ciudad de Buenos Aires. En ese entonces, el gobierno porteño encabezado por Mauricio Macri cuestionó la circulación de contenidos vinculados a la militancia política en escuelas, lo que derivó en la decisión de prohibir la presencia de El Eternauta en el ámbito educativo. “El Eternauta definitivamente no entra a los colegios de la Ciudad”, declaró Macri en ese momento.

La medida generó una fuerte polémica. Mientras desde el Ejecutivo porteño se hablaba de “adoctrinamiento”, distintos sectores interpretaron la decisión como un intento de desviar la atención de los reclamos estudiantiles sobre la paupérrima situación edilicia y presupuestaria de las escuelas públicas en la Ciudad de Buenos Aires.

Como reacción, el público respondió con más interés: las ventas de El Eternauta aumentaron un 23 por ciento tras la prohibición. La obra, lejos de desaparecer de la escena, recuperó centralidad tanto en librerías como en espacios culturales y redes sociales, convirtiéndose en un símbolo de resistencia cultural.

La incorporación de El Eternauta y otros textos comprometidos en el aula durante los años 2003 a 2015 formó parte de un programa más amplio que propuso una mirada crítica sobre el pasado reciente. El enfoque educativo buscó reforzar valores democráticos a través del arte, la literatura y la memoria histórica, como herramientas pedagógicas de construcción ciudadana.

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